jueves, 11 de diciembre de 2008


Ese alcohol que alivia a la crisis económica… y la empeora

A medida que la crisis crece y hay menos plata en los bolsillos, el estrés aumenta. Pero las personas necesitan salir a relajarse, conformando así un círculo vicioso necesario porque pierden el dinero que apenas tienen, pero olvidan sus problemas al menos por una noche
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La crisis mundial económica que afecta a los EE.UU y por consecuencia, nos sube el precio de los productos alimenticios y nos rebaja la mesada semanal, ha comenzado a asomarse peligrosamente en el aire chileno, las personas recién perciben la magnitud de la crisis y como afectará en lo cotidiano de sus vidas, ya sea manifestándose como estrés y un consumismo aliviador que provoca un círculo vicioso visible en los locales de Manuel Montt.

Juan Briones trabaja en una ferretería desde hace dos años, recibe sueldo mínimo y vive junto a su pareja Andrea Aguilera, quien trabaja de mesera. Ambos viven en Providencia y dependen del uno del otro. Con la crisis económica, han visto dramáticamente como los precios y sueldos varían. Sin embargo, desde que comenzaron a salir siempre van a tomarse un trago los días jueves a Manuel Montt, sin importar como los tenga la crisis.

“Con mi polola siempre venimos porque es parte de lo cotidiano, hemos tenido que suprimir muchas cosas, pero relajarse un día jueves celebrando el casi término de la semana es algo que no tranzamos, siempre aparecerá un par de luquitas para eso”, comenta Juan, mientras bebe una fría cerveza de un litro compartiéndola con su novia en el local Tavarua.

“Los precios se han mantenido, por tanto, la gente no percibe algún cambio. Vienen igual, con crisis y sin ella. Más aún, tengo la impresión de que el número de clientes ha aumentado. Pero creo que es debido a la época, a fin de año siempre se llena más”, comenta Jaime Grez, dueño del “Rest-bar”, ubicado en Manuel Montt.


“Se ha notado un bajón horrible, desde hace un mes aproximadamente que la clientela ha bajado considerablemente. Y peor aún, si vienen, se toman los tragos más baratos del local. El problema es que cuando ocurre este tipo de cosas comienza a entrar menos plata al local y corre mucho riesgo nuestro sueldo o nuestra pega”, señala preocupada Patricia Vera Muñoz, quien trabaja de bar-woman en un ya decadente y vacío Pub llamado “Background”.

El cajero del café Cabo Frío sostiene que existe una disminución en algunos locales como el Background y donde él trabaja. “Existen locales y locales, en algunos de más categoría y precios altos la clientela disminuye ya sea por la crisis o por ser fin de año. En otros casos, ocurre el efecto contrario, pero se debe a que los precios son más bajos. Es ese el factor determinante en este tipo de situaciones” afirma Miguel Balart, quién trabaja en el café hace años.

viernes, 17 de octubre de 2008


John Lennon no ha muerto

Camina apurado por Providencia, guitarra en mano, un cinturón con una especie de mini-parlante llamado Talk box, cabellera negra y larga con una chasquilla a lo He-Man, camisa blanca y pantalón negro. La gente lo ve y se colocan a cantar “Help, I need somebody. Help…”, mientras él saluda cordialmente como una estrella de rock en pleno apogeo de fama.

Es día de estadio y manadas de jóvenes celebran la victoria de Chile en cada esquina del barrio Manuel Montt. Reina el alcohol, la fiesta, y los clientes para un hombre que vive de las propinas noche a noche tocando en lugares como “Donde Tommy”, “Liguria” y las terrazas del barrio Lastarria. Además del curioso corte de pelo, el cantante se distingue por estar siempre vestido de pantalón negro y camisa blanca.

Cristián toca música desde los 20 años, desde que logró graduarse de cuarto medio en el Duoc. “Comencé experimentando, tocaba en las micros y me ganaba su plata ahí, luego comencé a ver que ocurría en los locales y me fue mucho mejor. Así que me quedé en esto”, comenta el cantante. Su madre murió el año 1988 de un fulminante cáncer pulmonar. Su padre, en cambio, falleció en Agosto del 2005 dejándolo solo en el departamento ubicado en Quinta Normal.

Con el dinero recaudado en los locales logra pagarse los suministros básicos, que no son muy costosos ya que pasa el día trabajando en las calles. La primera melodía que presentó fue “La paloma” de Sol y Lluvia, canción que le valió el reconocimiento de la banda original cuando lo escuchó en las afueras de un local y la aceptación del público.

Durante mucho tiempo tocó en una banda llamada “Sonido Liverpool” junto a Luis Marambio, el que se hacía llamar “Paul” dejándole a él, el apodo de “Lennon”. “El grupo no se ha disuelto ni nada de eso, pensamos que como solistas debíamos probar suerte y a veces nos topamos en los locales. Luego de un tiempo nos volveremos a juntar nuevamente”, asegura el músico.

Su paso por “Sonido Liverpool” le significaría sin embargo, una etiqueta que insiste en olvidar: “Las personas me reconocen como el que canta canciones de los Beatles, pero no sólo canto eso, mi música abarca todo el Rock and Roll de los `80”, reclama constantemente.

Acosta se autodenomina el primer cantante callejero en usar un Talk Box, un aparato que sirve para dimensionar el sonido de la guitarra acústica, haciéndole un eco a cada nota que suena como “¡pauuung !”. Próximamente se comprará otro más, asegurando que es una importante inversión que mejorará el sonido y la calidad de las canciones que toca.

Luego de terminada su canción, pasa por todas las mesas recolectando propina entre ovaciones de un público que siempre quiere más. Él, recorre cada mesa diciendo mecánicamente: “Gracias, que le vaya súper bien”, algunos le ofrecen un trago pero se excusa diciendo que está trabajando. A veces, gracias a la insistencia del público regala dos temas más, en otras ocasiones, se retira y se dirige a otro local.

“El verdadero cantante es quien sabe tocar en la micro, en los bares, terrazas y escenarios. No me hace falta figurar ni ser famoso para ser lo que considero un artista, solo necesito prestar mi música en cada esquina y soy feliz” finaliza emocionado Cristián Acosta, el “Lennon” de los bares.

jueves, 16 de octubre de 2008



Un evento desafortunado en una noche victoriosa

Chile gana históricamente frente a Argentina, las calles se llenan de banderas flameantes de triunfo. Mientras, Nicolás Vera se dirige a ver a su polola Amaranta, quien se encuentra en el bodeguero con sus amigas. Nicolás desconocía que vería la oscura cara de la celebración.


Cuando Nicolás va hacia Manuel Montt lo hace en su vehículo, pero esta vez se lo prestó a sus padres. Demoró 15 minutos en salir y tomar una micro que lo dejara en Providencia con Salvador “Al menos llegaré a Providencia, y de ahí camino a Manuel Montt”, reflexionó.

Mientras llamaba a su polola para confirmar el lugar, se percató de una mujer de aparentes 25 años junto a varios jóvenes se encontraban en la esquina de Miguel Claro con Providencia, semi-ocultos en la plazuela que se encuentra afuera del colegio Lastarria, observando a los transeúntes pasar.

“Mientras estaba afuera del Telepizza que se encuentra en esa esquina, observé como esta mujer se acercaba, tuve el presentimiento de que se dirigía hacia mí y que me asaltaría, simplemente no hice nada”, confiesa.

La joven se acercó a él mostrándole un cuchillo y le insinuó que si no le entregaba la billetera lo mataría, por lo que se sacó la billetera del bolsillo trasero y comenzó a escarbar para pasarle las monedas, mientras recordaba reconfortado que el sueldo que había recibido de su trabajo ese mismo día, lo había escondido debajo de su zapatilla.

Nicolás resistía en silencio los insultos de la frustrada asaltante al ver las pocas monedas que tenía el asustado joven. “Era gorda, tez morena, cara de enojada, cabello negro y manos gruesas. Tenía los ojos como de una desesperada, la cara le transpiraba y las manos temblorosas. Yo creo que estaba angustiada por drogas”, describe el agredido.

Ya le había robado 500 pesos y la tarjeta Bip, ocurrió lo desagradable: “¡ Sácate los zapatos !”, le gritó la asaltante. “Para mí fue como un balde de agua fría, tenía 60 mil pesos en efectivo en el zapato izquierdo” confiesa. Al ver el dinero, la antisocial se enfureció aún más y lo insultó nuevamente. Luego se llevó el dinero y corrió junto a sus amigos hacia las Torres Tajamar.

Caminó hacia el local, donde estaba su polola esperándolo en la puerta. “Vamos a casa, esto ocurre siempre en día de partidos” le dijo asustado. Ella insistió y se dirigieron a una patrulla que se encontraba estacionada en Providencia con Manuel Montt. Angustiado, el joven de 22 años, le pidió a su polola que se fueran a casa, “No quería saber más del asunto”, confesaría después. Carabineros jamás encontró a las personas que describió Nicolás.

El hombre que predice el futuro

Muchas personas pasan mirando de reojo la mesa ubicada en la vereda desde donde trabaja “Albano”, un tarotista que fue incrédulo en su juventud y revela sin tapujos los motivos y circunstancias que lo hicieron creer en algo más allá de lo normal.


Un asombrado alcalde, le cedió la oportunidad de instalarse en Providencia, aún cuando Cristián Labbé acostumbraba a rechazar la instalación de tarotistas en las calles de su comuna. Para convencerlo, sólo requirió revelarle cosas de la vida personal de Labbé que nadie podría saber.

Rolando Sangiler, alias “Albano” saluda a la gente alegremente que reconoce al pasar y da la constante impresión de conocer a la mayoría del barrio. Ya lleva 5 años prediciendo a sus clientes lo que indican las cartas respecto a su pasado, presente y futuro, justo frente al metro Manuel Montt.

“Yo solía ser un joven atlético y vanidoso, estaba por ingresar a Psicología en la Universidad de Chile, estaba enamorado perdidamente de mi novia Adela, no creía en espiritismos, visiones , entes, ovnis, ni siquiera en el tarot. Era bastante científico en mi forma de ver la vida, pero un sueño premonitor cambió todo” cuenta Rolando.

En el sueño se vio a si mismo ahogándose en el mar mientras su familiares y amigos lo observaban desde la arena, más al costado estaba la mujer que amaba solitaria y alejada de la gente, desde el mar vio como un platillo volador la secuestraba. “Probablemente suena ridículo, pero a la semana Adela falleció en un accidente y yo tuve que salir del país debido al régimen militar, me fui a Brasil, tenía 18 años” recuerda Sangiler.

En Brasil, se dedicó a estudiar el esoterismo y “sanar gente” mediante rituales basados en la expulsión de espíritus malignos. Pero hubo un tema que lo detuvo por largo tiempo, la investigación ufológica. “Con un grupo de jóvenes recorríamos diferentes lugares en busca de experiencias con Ovnis, durante esos años tuvimos potentes experiencias que me hicieron dedicarme de lleno en esto”.

Volvió a Chile el año 1991, tenía 25 años. Trabajó en ferias artesanales y en los tiempos libres se dedicaba a curar personas usando los conocimientos obtenidos en Brasil. Al poco tiempo de haber llegado a Chile, tuvo la visión de que sería atropellado, y al mes ocurrió en la realidad.

Se encerró durante años atendiendo escasamente a la clientela que ya había alcanzado a formar, apenas salía a la calle de su departamento ubicado en Eliodoro Yañez con Pedro de Valdivia.

“Manuel Montt se volvió un lugar lleno de locales nocturnos y abundante público, era el tipo de gente que creí que podrían ser mis clientes y no me equivoqué. A la semana siguiente estaba entrando a la oficina del alcalde” recuerda.

“Tiene clientes habituales que terminan hasta llorando junto a él en ocasiones, mucha gente antes de irse a carretear se vienen a atender con él, lo bueno es que una vez que se ven el tarot, pasan a comprar flores acá” comenta entre risas Jorge Sandoval, quien atiende la florería de Ingrid Hernández al costado de una humilde mesa en la que se sitúa “Albano”.

Verse el tarot cuesta cinco mil pesos, una videncia (contacto con un ser querido muerto) cuesta unos siete mil dependiendo del cliente, además cuenta con una selectiva colección de inciensos que vende a mil pesos.

“Hoy en día las personas son incrédulas, la clientela está conformada por personas inseguras y desesperadas que necesitan una respuesta que los alivie de su dolor. Lamentablemente no todas las respuestas que encuentro son las que la gente quiere escuchar, y a veces también me equivoco en mis augurios” finaliza el tarotista.



El hombre detrás de la “Mesa uno”

Tradicional lugar del billar, el Salón de Pool “River Plate” ofrece a su clientela la acogedora sensación hogareña que lo caracteriza desde 1961. Entre sus paredes habita una historia, con un protagonista que atiende día a día a sus clientes.

Un joven Manuel Bruna de 21 años, que trabajaba en el mercado de Providencia, jamás habría imaginado la historia que se construiría cuando en el año 1961 fue contratado por Luís Roles, para trabajar de junior en un antro de Pool. Bruna, es hoy, dueño del local bautizado “River Plate”, conocido como el salón de mayor categoría, con famosos clientes y guardián de preciadas reliquias del pool nacional.

La familia de Manuel ha dejado su huella en el billar. Su hijo, Luis Manuel Bruna se casó con Priscila Ferrada, campeona femenina de bola 9 el año 2002 y 2006 y actualmente trabajan junto a él.

El local fue comprado por el empresario Aladino Gálvez en el año 1970, dejando a Bruna y Roles como encargados, pero la dupla reunió el dinero que les permitió comprarle a Gálvez el local. Una de las primeras medidas que tomó Manuel, fue la de subir los precios y remodelar las mesas para elevar la categoría de este recinto.

“River Plate”, es junto a la gasfitería “Don Aire”, uno de los locales más antiguos de Manuel Montt. Bruna, tiene ahora 71 años, recuerda con nostalgia a su antiguo jefe y mentor, quien murió el año 1998 a los 102 años de un cáncer pulmonar. “Trabajé dos años aquí, incluso propuse el nombre “River Plate” por mi fanatismo al equipo de fútbol argentino”.

La orgullosa reputación alcanzada por este Salón de Pool y la exitosa administración que ha mantenido, no lo aleja de las tragedias de su vida personal. “Mi hijo hace diez años atrás tuvo el mal de “Crom”, creo que fue la única vez que pensé en cerrar el “River Plate”, pero mi hermano se hizo cargo del negocio” confiesa Bruna.

Más aún, Carlos Bruna, hermano de Manuel, falleció el año pasado dejando a un solitario Manuel a cargo del legendario local.

Una bodega escondida atrás de la puerta, ubicada a la derecha de la entrada del Salón de Pool, guarda el taco de billar más antiguo existente en Chile. “Tiene funda original, es un burrouches & watts, es el taco ganador del primer premio al Campeonato de Billar de 1923, junto al taco, hay una plancha de paño que data de hace 40 años atrás, de la misma marca que el taco” cuenta orgulloso Manuel Bruna.

Las mesas actuales compradas por Bruna, son inglesas, las primeras con maquetería de jaracandá. “Era tradición que cada jugador tenía su propio taco. La primera mesa es sólo para expertos en el juego, es la más cara, si no sabes jugar bien, no te la pasan.” comenta Mario Troncoso, un antiguo cliente del salón. La “Mesa Uno” es de marca brunswick, reconocida por su calidad, las demás mesas son Azaban & Cia.

Entre los adornos habita una fotografía de Marcelo Salas con la camiseta del River Plate que el dueño aun espera que vaya a firmarla.

No obstante, el lugar ha sido visitado por un gran número de famosos, entre otros, “Beto” Cuevas, Raúl Alcaíno, “Rumpy”, Rafael Araneda, Leo Caprile, Santiago Pavlovic, Amaro Gómez Pablo, “Chupete” Suazo y “Mati” Fernández entre muchos otros. Además, en el local se filmaron escenas de la teleserie nocturna “Ídolos”, el lanzamiento de la teleserie ”Machos”, y algunos spots publicitarios.

La misma clientela conforma el ambiente hogareño del lugar acompañando el juego de pool con algún trago que Bruna vende “clandestinamente”.

“Yo comencé a venir con amigos, pero hoy este lugar es un sitio donde me relajo, no solo vengo a jugar, sino que a veces me conformo con mirar a los jugadores y conversar con la gente, uno hace amistades, conversa con las personas” revela Luís Espinoza, quien es cliente desde el año 1989.